martes, 31 de agosto de 2010

Criticar el fin de las guerras o la corriente del perro del hortelano

Ni quieren que siga, ni la dejan terminar es la conclusión a la que podemos llegar en el mandato Obama. Probablemente sean sectores diferentes de la opinión pública -con sus razones bien argumentadas- pero queda patente el hecho de que una vez enturbiada la vida con la violencia, la única y verdadera solución es no haberla comenzado jamás.

Ya el año pasado Barak anunció la retirada de farragoso conflicto talibán en Afganistán. Esta mañana, el comandante de las tropas estadounidenses y de la OTAN desplegadas en allí, ha afirmado que la salida de los soldados estadounidenses, a partir de julio de 2011, comenzará de forma paulatina y no será una retirada a gran escala. Se cumplen así las expectativas de muchos ciudadanos que no ven en Afganistan más que un país geoestratégico clave para los estadounidenses, en el que la defensa de sus habitantes frente a los talibanes no era tan sólo una excusa, sino también una maniobra ejecutada de mala manera.

Para entender mejor algunas de las razones que explican por qué no es fácil "vencer a los malos en la zona", me viene a la cabeza la entrevista que la enviada especial Ángeles Espinosa hizo a la población Pakistaní del norte, donde los talibanes instauraron sus reglas hace unos años. Los pakistaníes afectados ahora por las inundaciones, explicaban que no sentían simpatía por el régimen talibán, pero que cuando la alternativa es la miseria y sobre todo desorden, se acepta cualquier cosa para sobrevivir.

Un ejemplo de las malas prácticas del ejército estadounidense -0bviando la guerra en sí, iniciada por unas armas de destrucción masiva que jamás aparecieron- pudo recapitularse al terminar el conflicto iraquí. Plantar a la estatua de Sadam una bandera norteamericana en la cabeza, permitir impasibles que el caos se apoderase de Bagdag los primeros días -eso sí, las reservas petrolíferas estaban protegidas- o retransmitir la detención de Sadam y ahorcarlo a modo de espectáculo mediático, son algunos de esos comportamientos que convierten claramente a EE.UU. como enemigo conquistador de la población.

Las críticas de las retiradas de Afganistán y la reciente marcha de los estadounidenses de Irak que puso fin a la Tercera Guerra del Golfo -fin teórico, como le gusta al ser humano ordenar la historia, con un principio y un fin definido más allá de la realidad latente- apuntan a que es un claro mensaje de "sirvanse lo que quieran" lanzado a los insurgentes. Parece que creen que una guerra antipática se puede ganar con el tiempo y no se dan cuenta de que un cambio de estrategia que pase de la intrusión militar a la cooperación civil sería mucho más productiva para todos.

El niño del siglo XXI se pregunta por qué los agentes activos de las guerras, los que pinchan y cortan, son los ejércitos, cuando realmente son los pueblos la mayoría numérica de los conflictos, los que tienen más motivos para decidir sobre su vida que, a su vez, es la más afectada. ¿Por qué no tienen voz si todos juntos podrían ser los que más gritan? ¿Y por qué la opinión pública sigue la doctrina del perro hortelano desde la cómoda lejanía un conflicto que no le afecta directamente?

lunes, 30 de agosto de 2010

Las metáforas de la Patchamama no dan miedo en Occidente

No se en qué momento llegamos al punto de creernos en Occidente más poderosos que la naturaleza -hasta tal punto que incluso nos permitimos el lujo de jactarnos o compadecernos pasivamente del cambio climático-.

Diseccionemos los miedos en los países occidentales, los grandes monstruos o fantasmas que deambulan nuestras cabezas. Se habla de la economía como tótem poderoso capaz de crear el apocalipsis, como lastre para una sociedad diferente, como alas para comprar y vender los sueños. Otro de los temerarios es el terrorismo islámico visto desde el ojo occidental, ese grupo de personas que aparecen "de pronto" para volarse por los aires y hacer desaparecer con ellos todo lo que puedan, suicidas que dan alimento diario a la paranoia de Estado -justificada o no hasta el punto de caer en el maniqueísmo- y al discurso que define al enemigo, dinamita que nos puede eliminar a cualquiera de nosotros, cualquier día, a cualquier hora, en cualquier rincón. Amenaza imparable - aunque pocos han preguntado, pero pregutnar de verdad, qué quieren a cambio de la paz, porque tal vez si nos ponemos todos igual de honestos veríamos que lo de convertir el mundo al Islam en realidad no es tan importante como el derecho de todos los pueblos a no hundirse en la miseria y a disfrutar de los bienes que ellos mismos producen, algo que actualmente no sucede-.

Pero también tenemos pánico de nosotros mismos, de nuestro organismo. Por la sangre de miles de personas fluyen productos químicos, mecidinas, y en el terreno de lo inmaterial languideces psicológicas inalcanzables, creadas por nuestra propia sombra, nos atormentan noche y día. La palabra cáncer nos hace temblar, nos hace escanear cada centímetro de nuestro organismo con sospecha terrorífica y es capaz de quitar el peso de cualquier otra cosa en el mundo para convertirse en el plomo total que nos hunde. Es el pavor incontrolable de llevar al enemigo dentro.

Pero en el mundo occidental preguntemos a cualquiera por la Tierra. Nadie teme al planeta. Nadie abaraca con su mente todos los kilómetros cuadrados -o mejor dicho redondos- de un ser vivo como es la Tierra. Nadie teme a las corrientes de sus mares de profundidades infinitas -podría hacerse un símil entre las aguas y la psicología humana-. O a la sequía, eso que sucede cuando la Pachamama se niega a dar la vida en un terreno -la desilusión y la desesperanza-. Nadie se imagina placas tectónicas del tamaño de los rascacielso resquebrajándose, ursurpando el equilibrio de todo ser vivo, agitando con una fuerza inhumana la mínima expresión de la existencia que tenemos: pisar el suelo -como le sucede a los parias de la pobreza-. A ningun occidental le quita el sueño la respiración y la digestión del planeta, esa bola de fuego más entorbellinada que el propio infierno dispuesta a salir disparada en cuanto las presiones no puedan más y estallen -el magma sería un sinónimo de sociedad oprimida-, expulsando gases tóxicos y gelatinas de sol abrasador, carbonizando todo a su paso -como los enfrentamientos que suceden cuando los avasallados ya no pueden más-.

El niño del siglo XXI se pregunta por qué los volcanes, como el que acaba de despertar en Sumatra desalojando a 27 mil seres humanos, las riadas y los tsunamis, las sequías o los terremotos siempre ocurren en las zonas más pobres. ¿Su pobreza es el efecto de esos desastres naturales? ¿O es por el contrario una metáfora manifestada por la tierra sobre la vida que les toca sacar adelante a la mayoría de los habitantes que viven sobre ella?

domingo, 29 de agosto de 2010

Héroes como Harvey Milk o el Power Ranger azul


Era un ritual para muchos niños españoles de principios de los noventa: salir de colegio por la tarde, poner Telecinco y ver los Power Rangers con el bocata de nocilla o mortadela en una mano mientras con la otra se nos iba el puño por los aires de la emoción. Luego vino todo lo demás: chupachups con sus caras, peluches de los masillas, el megazor a tamaño casi natural, disfrazes, representaciones en el recreo en las cuales cada uno encarnaba a su favorito y todas esas peripecias que tanto encandilan a los locos bajitos. Los Power Rangers existían de verdad, eso era indiscutible.

Cada uno elegía su preferido en función del color: la de rosa era la más repipi, la de amarillo era asiática con una feminidad menos acusada, el de negro era el negrito cachas, el rojo era el líder -hasta que llegó el verde guaperillas, que luego se convertiría en el blanco- y el azul era un chico apocado pero intelectual con gafas redondas -siempre me pregunté si tambien las llevaría debajo del casco de superhéroe-. Con esta retaila de roles definidos, simplistas, y conociendo la noticia publicada en la que el azul, David Yost, ha reconocido su homosexualidad y el tormento que sufrió por ella dentro de la serie, cuesta creer que le enfundaran el típico color de los chicos.

Como adulta que fue niña en aquella época, me cuesta creer que detrás de los Power Rangers existiera un mundo en el que la homofobia mas recalcitrante convertía al héroe celeste de la ficción en un héroe de la realidad por aguantar estoicamente la humillación de los "empáticos blindados". Un Harvey Milk a la sombra -aunque precisamente lo que definió a este primer político gay reconocido fue la luz-.

Ha llovido mucho desde entonces y al niño español de la centuria 21 la televisión le ha integrado el concepto de homosexualidad como uno más. Pero ¿qué imagen le llega a través de la programación? Una de cal y una de arena. Se dice que hay un Teletubbie gay, porque es un chico que lleva bolso. En Siete Vidas, Anabel Alonso interpretaba a una lesbiana salida. Los años iban pasando y en Aquí no hay quien viva, tuvieron el detalle de que uno de los dos vecinos pareja gay no tuviera la pluma desorbitada que tiene, por ejemplo, Fidel en Aída. Y también llevan años oyendo con toda la naturalidad del mundo a Jesús Vázquez hablando de su novio y ahora marido.

Si miramos hacia EE.UU., cuna del movimiento GLBT -aunque un poco más atrasados en derechos reales, algo que van paliando estado por estado- la televisión también trata de integrar la normalidad de la homosexualidad -series como The L World o Queer as folk han arrasado en descargas por internet-. La úlitma apuesta llega desde la ABC, la televisión pública americana, con Modern familly, donde se cuenta la vida de tres parejas que representan la diversidad: una de ellas es un matrimonio de hombres que acaban de adoptar un bebé.

Sin embargo la realidad es bien distinta - vídeos y comentarios en Youtube tildan de propaganda gay descabellada a Modern Familly- y es que, al igual que le sucedía al Power Ranger azul, una cosa es la televisión y otra muy diferente el día a día junto a los blindados de empatía que hacen de la homosexualidad una mofa cuando no un pecado o una asquerosidad antinatural. Reaccionan exactamente igual que los críos, cuando descubren -unos con risas, otros con asco y otros con incomprensión imaginativa- de dónde vienen los niños, con la diferencia de que estos adultos convierten la primera toma de contacto -impacto circunstancial con las reacciones lógicas de sorpresa atrás mencionadas- en una bandera ideológica eterna que azuzar por el mundo contra quien se les ponga delante. ¿Por qué no avanzan de ahí? Pregunta el niño del siglo XXI que a sus 10 años ya tiene esa primera etapa superada.

sábado, 28 de agosto de 2010

Retinas Leika e imaginarios maniqueistas


Las ópticas de las cámaras se convierten en nuestras propias retinas cuando vivimos en un mundo en el que nuestro cuerpo no podría jamás abarcar nuestro campo de acción. Eso singifica que las imágenes son impactos parciales que forman nuestro imaginario colectivo, siendo a la vez reflejo y alimento de éste.

Hace unos días vimos un ejemplo cuando una ex soldado israelí exhibía en su perfil de Facebook un pedazo de su experiencia en el ejército. Con la cámara había captado su manera de estar en el mundo, eso que sus ojos filtran todos los días y que su mente procesa como lógico. En las fotos la veíamos posando orgullosa delante de prisioneros palestinos con los ojos vendados y las manos atadas. Omitimos aquí la crueldad de los comentarios que se vertían tras las imágenes por parte de más de uno. Según ella, sus años de servicio fueron de los mejores de su vida. Es más, tras la polémica expresó que no se arrepiente de haber publicado esas imágenes y que odia a los árabes.

Lo que nos parece atroz en este caso extremo puede pasar desapercibido gracias a la sutilidad de nuestro propio imaginario y del contexto de las imágenes. Hoy un pié de foto del El PAÍS.com nos explica que lo que vemos es a un miembro de las fuerzas de seguridad afganas -los buenos- delante del cadáver de uno de los insurgentes muertos -los malos- después de atacar una de las bases de la OTAN en Afganistán.

Podría ser consecuencia de un gesto casual al disparar la cámara
, pero el soldado -bueno- aparece con un gesto relajado, mostrando cierta sonrisa con su ametralladora en la mano mientras pasa por delante del cadáver, derrumbado de espaldas, con las piernas arqueadas en la inerte muerte orquestada por la metralla del conflicto. Probablemente el gesto del soldado pasando por allí no significara lo que da a entender sutilmente esta foto que no está elegida al azar. Son muchas y muy buenas las fotos que llegan a las redacciones. Siempre se elige la más acorde al "mensaje", la foto-titular del imaginario colectivo de otra sociedad que, según su experiencia, ve/hace ver las cosas de otra manera. Fuente y alimento en un sólo click.

Estaba claro que ante las fotos de la israelí había que echarse las manos a la cabeza. Pero, aunque no se puedan poner a la par ambas instantáneas ni ambos mensajes, pocas personas se habrán parado hoy a pensar en lo que quiere significar esta imagen de los afganos. El pequeño de la nueva centuria sí que lo ha hecho.

viernes, 27 de agosto de 2010

Cuando se falsea el género del abecedario con verdadera violencia

De mi primer día del colegio sólo recuerdo la salida al recreo. Es uno de esos recuerdos a cámara lenta que puedes revivir cuando te de la gana. El pasillo para salir al patio era oscuro y fresquito y al traspasar la puerta una llamarada de luz onubiló mis cuatro años. Esta décima de segundo, en la que la pupila cambia su obturación y pasas del blanco destello a la vida real, dió lugar a un parquecillo de arena hacia donde corrían todas las niñas a mi derecha y a una pelota de plástico de las Tortugas Ninja volando por el aire en la zona izquierda, con un escuadrón de niños eufóricos persiguiendo la trayectoria esférica de su sombra.

Ovbiamente me fuí con los niños. Era mucho más emocionante. Desde entonces siempre jugué con ellos. Era una de las dos únicas niñas de todo el colegio que en el recreo le daban al balón en lugar de saltar a la comba. En el Madrid del 91 aquel hecho era extraño, aunque yo no era consciente pues elegí eso de la manera más natural en mi primer recreo vivido. Pero jamás me sentí discriminada con los compañeros porque yo siempre había estado ahí. En el parque, con niños nuevos eso era otra historia bien diferente, como mucho podía aspirar a ser portera -y me hacían un favor-. Más de una vez me acerqué con esa frase mágica del "¿Puedo?" y tras insistir mucho, pues parecía yo transparente en medio del partido, algun niño compasivo me decía "no". Yo preguntaba que por qué. "Porque eres una chica".



Si hubiera nacido en Afganistán el recuerdo de primer día de clase podría haber sido perfectamente como el de la niña de la película "Buda explotó de vergüenza". No sólo no me hubieran dejado pasar al aula, sino que probablemente, de vuelta a casa, me hubiera metido en un buen lío si me encontraba al molesto grupito de niños que juegan a ser talibanes y a mí, por ser mujer que viene de querer ir a la escuela -algo que prohibieron cuando estuvieron en el poder del 96 al 2001-, me vejan la existencia.

Todo esto sucede en una película, pero también aparece como hecho en los periódicos. En lo que llevamos de año 17 escuelas femeninas han sido agredidas por los talibanes. En el útimo embate, 46 alumnas han sido intoxicadas tras sufrir un ataque con gas en mitad de las clases.

Ante esto el pequeño hombre del nuevo siglo no se pregunta nada. No hace falta. Simplemente deduce que eso no es justo y que él jamás lo hará. Que el abecedario no tiene género. Y yo me pregunto si, en unos años, sabrá diferenciar igual de bien el machismo integrado de las sociedades civilizadas, donde se manifiesta de una manera tan sutil que, a veces, aunque las menos, somos las mujeres sin darnos cuenta las propias talibanas de nuestras alas.

jueves, 26 de agosto de 2010

El contexto de nuestras vidas no va en el ADN


Segun el diario popular Le Parisien - que teóricamente suprime reflejar la linea editorial del diario en pos de la del lector de a pié-, casi la mitad de los franceses -un 48%- respalda la expulsión de los gitanos, medida anunciada por el presidente de los galos, Nicolas Sarkozy.

Este plan tiene como finalidad terminar con la delincuencia en el seno de la comunidad gitana y para conseguirlo va a desmantelar 300 poblados gitanos, el 50% de los que se encuentran en Francia, que tiene una población de esta etnia que llega casi al medio millón de personas.

Los periódicos hablan de dos motivos "reales" de esta iniciativa. Unos dicen que fué por las revueltas violentas que se originaron cuando, tras huír de un control policial en coche, un jóven gitano murió en medio del tiroteo policial. Otros hablan de una suculenta maniobra populista de Sarkozy: delimitar el rasgo del "peligroso enemigo", en este caso las personas de etnia gitana, y echarlo del país. Eso sí, pidiendo que se integren bien en Rumanía, que para eso hay un fondo de la UE que se le está pagando al país de los Cárpatos.

Esto es cosa de mayores. Unos, que quieren quitarse problemas aunque en su decisión salgan perjudicadas personas inocentes. Otros, que eligen voluntaria u obligatoriamente acogerse a la "repatriación voluntaria" si les pagan. Es un problema complejo, porque no se le puede dar un "sí" o un "no" a una etnia (conjunto de individuos genuínos), sin matizar, que es lo que se está haciendo, como siempre, desde los foros de la opinión pública. O piensas que los gitanos son todos escoria o piensas que los gitanos y los payos conviven sin problemas, no hay más.

Los gitanos adultos, fueron niños hace años. Igual que los franceses que opinan que la solución es que se vayan del país. La diferencia entre unos y otros era la familia en la que nacieron. La gente piensa que lleva en el ADN su estatus social. Unos niños fueron a la escuela porque sus padres le llevaron y otros no, porque eso no entraba en la perspectiva de los suyos. Hoy en día, muchos de esos niños repatriados nacieron y están escolarizados en Francia. Si se trabaja con esmero, la escolarización, la integración y el respeto -convivir no significa alienarse- irán de la mano en un par de generaciones. Pero unos señores lo han solucionado antes, de un plumazo. Para qué labrar si se puede utilizar maquinaria. Debería de redefinirse la palabra "solución". Está infravalorada, ya la usan para cualquier cosa.

El enfant del siglo XXI ve una foto donde una rumana recién repatriada lleva a un niño de su edad de la mano. "¿A mí también me van a echar como a ese niño?". "No", responde el adulto. "¿Por qué?". "Pues porque tu has nacido aquí y no has hecho nada malo". El petit sentencia "Y ese niño ¿se ha portado mal?".

miércoles, 25 de agosto de 2010

El juego de las siete diferencias o la seriedad inútil de mantenerse informado con actualizaciones a la carrera

Hoy el niño del siglo XXI es de los más mayores, tiene 10 años. A la hora de la siesta, esas horribles dos horas de digestión en las que tinenes que estar encerrado en casa y todo el mundo duerme y no se puede hacer rudio, le ha dado por ojear la noticia del altercado en la base de Qala i Naw, en Afganistán.

Al despertarse un adulto, se sorprende de lo tranquilo que ha estado el pequeño de la casa. Le pregunta que qué ha hecho y el niño le responde, con cierto tedio, que "jugar a las siete diferencias" justo antes de marcharse a por el bañador, porque el final de la siesta suele significar que ya pasó la hora de la siesta. El adulto, extrañado, se encuentra en la pantalla del ordenador varias ventanas abiertas con la misma noticia.

En un diario pone que "un policía afgano mata a dos guardias civiles que le instruían y a su intérprete". En otro "el agresor de los guardias civiles era un chófer con contactos con los talibanes". En el de más allá ha dicho el ministro de Interior que había 200 personas en el exterior manifestándose pero que no hubo demasiados problemas mientras que hay agencias que hablan de disturbios de más de mil personas e incluso tiroteos hacia la población afgana con alguna víctima incluída.

Ya en el césped, frente al agua, el adulto piensa que es imposible que un niño de 10 años sepa lo que es un talibán o lo que hacen los guardias civiles en Afganistan, es más, probablemente no sepa dónde está ese país tan raro. Pero, misteriosamente, esta noticia le ha mantenido entretenido durante la hora más aburrida del día veraniego.

A la caída del sol, tiritando hecho un ovillo entre la toalla, el chico de la década recién estrenada le dice a su mayor que hay algo que no ha entendido en los periódicos. Mientras su interlocutor piensa cómo explicarle el conflicto afgano, una pregunta sale disparada de la boca que tirita "¿Por qué los mayores publican cosas tan distintas en los periódicos sobre una misma hecho que ha visto mucha gente? ¿Quién miente y quién no? ¿No saber la verdad a ciencia cierta porque hay muchas es a lo que los mayores llamaís 'mantenerse informado'?". La pregunta, para viariar, era más compleja de lo que pensaba. Pero la carrera competitiva de los medios por actualizar todo lo que sucede al segundo en la red -estén las cosas claras o no- tiene mucho que ver.

martes, 24 de agosto de 2010

La memoria sólo está latente cuando tiene corazón


El niño del siglo XXI probablemente no había nacido cuando en noviembre del 2002 un barco petrolero empantanaba de toxicidad negra la costa gallega, pero algo ha escuchado y pregunta.

Por aquello de darle al niño una información bien fundamentada, porque de eso hace ya muchos años, el mayor que va a explicárselo acude a internet con un poco más de perspectiva que la que se tiene cuando el suceso es cabecera de todos los telediarios. Recuerda que un barco más largo que dos campos de fútbol tuvo problemas debido a una tormenta y en lugar de acercarle al puerto de a Coruña para "descargar" su peligroso contenido, los responsables -que andaban de cacería- decidieron, con poca fortuna, alejarlo. El barco, a 250 kms de Finisterra, se partió en dos transformado el agua en una gran mancha de crudo.

El petróleo llevó la toxicidad a los ecosistemas marinos (eso implica fauna y flora por tierra, mar y aire) y a las personas. Más de 300 mil ciudadanos, conmovidos por el mayor desastre natural sucedido en nuestro país, se movilizaron hacia las costas gallegas para apartar, en muchos caso con sus propias manos infatigables, metro a metro el manto negro que asfixiaba las costas y que no cesaba de llegar. El mar estaba de luto. Según un estudio, a día de hoy aproximadamente el 10% de los voluntarios que ayudaron padecen bronquitis crónica o alteraciones cromosómicas.

El niño se imagina todo esto con uno de los barcos que tiene en su bañera y le pregunta al padre que dónde ha quedado el barco roto. El adulto responde que sigue ahí, donde se hundió, que el oro negro fué rescatado por una empresa grande que se llama Repsol para poder venderlo y que lo que queda se biodegradará en 2020. El niño pregunta que si eran voluntarios también los que sacaron el petróleo del fondo del mar. El adulto responde que no. El niño no entiende la diferencia entre xapapote contaminante y el negocio del crudo.

Cuando el adulto pensaba que las preguntas habían cesado, se equivocó: ¿Pero por qué has tenido que refrescar la memoria con internet si tú lo viviste y el problema aún no está terminado? Preguntó el loco bajito ante la mirada un poco avergonzada del mayor.

lunes, 23 de agosto de 2010

Maneras de sobrevivir o el milagro de la comunicación


A tres rascacielos bajo tierra no es el título de una serie televisiva americana. Es la situación de 33 mineros sudamericanos. Surcamos y removemos toneladas de tierra, bucles laberínticos que rastrean en la oscuridad las entrañas de la pachamama para rebañar todo el cobre y el oro con el que se topen. En uno de esos húmedos recodos se encuentran 33 personas con vida, que han sobrevivido tras un derrumbe en la mina. Han estado 17 días incomunicados con los escasos alimentos guardados en el refugio.

Cuando las esperanzas estaban perdidas en Atacama, al norte de Chile, colgada de una sonda apareció una nota desde las profundidades de la tierra, un papel con apenas 7 palabras mágicas "estamos bien en el refugio los 33".

Cuántas notas dejamos por las cocinas. Cuántos correos escribimos. Postits en la oficina. Listas de la compra. Dibujos de nuestras abstracciones en los márgenes de los cuadernos. Cuánta comunicación a pequeña escala infravalorada. Pero no es un problema de escalas: periódios, televisión, publicidad en todas partes y estímulos efervescentes a contrarreloj son grandes escalas también insuficientes para impresionarnos. Palabras, mensajes, contextos, todos digeridos por una gran aspiradora que deja el sentido de la comunicación no limpio de valor, sino aséptico de comunicación. La comunicación, por si alguien ya lo ha olvidado, son esos escalofríos -cálidos o congelados- que nos producen otras personas con su interacción en nuestro mundo.

Hay niños de este siglo que aún no saben escribir -muchísimos jamás aprenderán- pero no han dejado de maravillarse con cada palabra nueva -incluso poniendo las viejas a su disposición para seguir creando milagros-. ¿Por qué es necesario quedarse atrapado en una mina durante 3 o 4 meses por la avaricia de un empresario que no es capaz de poner medidas de seguridad para que los mayores se den cuenta de que comunicarse es un Big Bang extraoridnario y constante?

domingo, 22 de agosto de 2010

Un secreto de personas, sociedades y masas.


Serrat cantaba que "la gente va muy bien para construir pirámides, para tirar del carro y hacer el amor". En esa frase se diferencian las acciones de la masa, la sociedad y las personas respectivamente. El caso es que, aunque sean tres conceptos a veces hasta antagónicos, difícil es librarse de ser nombrado en alguno de ellos. Por muy crítico o ermitaño que se sea, en el siglo XXI somos demasiados y estamos integrados en la demasía, es más, para apoyar mi argumento sigue sonando el reproductor como si fuera un guiño y deja caer que "la gente va muy bien como dato estadístico" para decir después "lo sé muy bien porque soy uno de ellos".

A veces me pregutno sobre el doble filo de la masa: el "para todos igual" versus el "caótico descontrol" o el rechazo a las minorías. En la película de María de Medeiros "Capitanes de abril" nos podemos colar en la revolución portuguesa de los claveles que derrocó pacíficamente la dictadura. El pueblo sale a la calle, grita justicia y libertad, apoya a los militares pacíficos que dan el golpe de Estado. Pero una escena, que puede pasar desapercibida, me hizo pensar. El cabecilla de la victoria, una vez terminada la insurreción, es agredido dentro de un coche por centenares de personas que aporretean los cristales llamándole asesino. La masa que defiende la utopía, al verle con uniforme, piensa -por desconocimiento- que es "de los malos", de los que apoyaban la dictadura. Y no es hasta que uno de ellos grita que "son de los buenos" junto a un eslogan de libertad que todos corean cuando el coche es liberado de la furia -injusta pero ejecutada- de la masa. La efuoria colectiva es fácil e incontrolable, impredecible.

Hace unos días se abría la polémica cuando la web Wikileaks publicaba en internet informes secretos del Pentágono sobre la guerra de Afganistán. Entre otros datos, aparecían las muertes de civiles. Esos "daños colaterales" de los que no se hablan, que son secretos. Bien porque dejen de ser invisibles. Pero también dejaban a las masas otros secretos que ponían en peligro la vida de militares o de vaya usted a saber qué. No es por excederme con la ingenuidad, pero lo mismo vale la vida de un afgano que la de un militar -independientemente de que uno vive allí y otro ha ido a combatir sin ser invitado-. Los secretos de masas son peligrosos. Y contagiosos. Casualmente el fundador de Wikileaks ha sido denunciado por violación -justo ahora- en secreto a voces. Al dia siguiente otro secreto masivo desestimaba la detención. Eso llevó al secreto de masas de que tal vez el pentágono estuviera detrás. Estos tres últimos no son secretos, sino hechos, pero con cierto matiz de cuchicheo a raíz de la actualidad -las noticias de peso no deberían de contradecirse con tanta rapidez-. La publicidad -en el sentido de hacer algo público-, junto con la prisa de la sociedad de la información -que con internet hace que incluso la actualización cada 24 horas de los diarios quede obsoleta- y las masas son una nomenclatura incendiaria de oscuras perspectivas.

Al ser humano nacido en este siglo XXI se le escapa de las manos esta realidad y se pregunta qué sentido tendrán los secretos de masas para él como adulto si se siente individuo. ¿Si va a ser su mundo, por qué no le encaja su propia identidad? Qué sale primero ¿La masa o el individuo?.

"La gente va muy bien para vencer obstáculos, para darnos sorpresas, recobrar la memoria y emplear la cabeza para cambiar la historia y unidos buscar el camino que lleva al Edén." Termina la canción.

viernes, 20 de agosto de 2010

Sobre los apocalíticos que se integran


Humberto Eco publicó en el 65 un libro en el que hablaba de dos tipos de personas -o productos culturales- en función de su comportamiento: la vieja generación de apocalíticos, aferrados a las creencias conservadoras con un papel importante de la religión en sus vidas y la nueva generación de integrados, cuya imagen simbólica podría ser la del mito de los "supermanes" lanzados al mundo para sobrevivir de la manera más brillante posible. 45 años después, estos conceptos puede que ya no esten tan definidos ni sean tan maniqueistas. Se me vienen a la cabeza muchos ejemplos, pero, por actualidad, me centraré en Arnold Alois Schwarzenegger: modelo, culturista -que un año después de aparecer "Apocalítpicos e integrados" ganó el premio al Hombre Más Musculoso de Europa- , actor que encarnó a Terminator y político estadounidense. Para ponernos en antecedentes, en el siguiente vídeo veremos un programa en el que un joven Arnold nos explica su toma de contacto con el carnaval de Río:





Las mujeres, sus traseros, clases de portugués y zanahorias. Un fascinante documento del pasado encabezado por el -incomprensiblmente tras ver el vídeo- actual Gobernador de California, perteneciente al Partido de Republicano, facción política que podría ser considerada del bando de los apocalípticos. Pero, ¿se puede ser integrado con tales antecedentes?

Arnold lo es, con orgullo. Todo un superhéroe pionero en su país que va a mandar un ejército a la frontera como solución para frenar la inmigración que llega desde Mexico. Y también para evitar el tráfico de drogas, pero me negaba a redactar en una misma frase las dos cosas seguidas -hay que tener cuidado con el subconsciente latente de la semiótica-. Póngale puertas al campo si es usted un superhéroe -o un Terminator, que no deja de ser una especie hombre robótico por encima de los demás-. Brillante solución política en un contexto en el que planean -en vuelos bajos- propuestas como la ley de Arizona o la ley Sarkozy de inmigración, mientras los flujos migratorios siguen brotando -a causa de las penurias que se viven en ciertos países- para el beneplácito de los empresarios que consiguen mano de obra barata y sin ningún tipo de derechos.

En los debates sobre inmigración se habla de criminalidad, de insostenibildad del Estado de Bienestar si se cobra en negro pero se usan los servicios sociales -en caso de que los haya-, de las concentraciones de inmigrantes que transforman los barrios en su propio país -también denominados a la ligera como "gettos"-, de las discrepancias culturales y de los problemas de convivencia.

Tras estos argumentos y en su afán esclarecedor de los problemas de raíz, el niño pregunta sobre alternativas a los trabajos relacionados con el crimen, sobre por qué se les culpa de cobrar en negro si son los empresarios los que orquestan estos contratos para su propio beneficio, sobre por qué no salen a debate los autóctonos que cobran millonadas evadiendo impuestos a tutiplén, sobre las actividades de integración que podrían sentar a dos comunidades diferentes una frente a otra para aprender a convivir en lugar de odiarse ipsofacto, y, lo más importante, el niño pregunta a sus mayores que si los inmigrantes se van de sus países y dejan una buena vida para tomarse unas vacaciones de placer en el mundo desarrollado.

Los mayores no saben qué contestar. Claro, sólo son críos, aún no saben lo que es el mundo. Los pequeños, por su parte -y si no les estropean antes de tiempo-, tienen clarísimo lo que será.

jueves, 19 de agosto de 2010

La frontera como espejo femenino

Imaginemos un espejo de unos 11 kms, tan largo como la frontera de Marruecos con Melilla. Delante de él un grupo de marroquíes protestan por los tratos vejatorios de la policía hacia las personas que traspasan sus fronteras. Protestan también por las mujeres.

Es sabido por todos que los métodos de la policía alauí no son precisamente los más limpios. No hablo de los sobornos que "ofrecen" a los turistas como dinero extra para equilibrar el escaso sueldo con el que dan de comer a sus familias. En este caso -y sólo en este caso- tampoco me centro en el acoso constante y violento que ejercen sobre la población saharaui. Me refiero a las fronteras y a las mujeres subsaharianas que llegan a ellas.

Poco se sabe sobre estas personas de entre 18 y 25 años que para huír de sus países atraviesan África en un periplo que suele durar unos 3 años en los que tienen como única fuente de supervivencia la prostitución -aunque son sistemáticamente violadas hasta por sus compañeros de viaje-. Muchas de estas mujeres invisibles opinan que el país más duro de su trayecto es Marruecos, el último paso hasta llegar al dorado europeo. En marzo de este año, Médicos sin Fronteras también se ha hecho eco publicando un estudio sobre el trato que reciben las mujeres subsaharianas en territorio marroquí por parte de las autoridades.


Ahora no hace falta que imaginemos, porque ya ha sucedido, una frontera de 11 kms, la de Melilla con Marruecos, con un grupo de hombres quejándose por el trato racista que reciben por parte de las mujeres policía en la frontera española. En caso de ser cierto y haber racismo por parte de las policías -y no una actitud especialmente hostil debido al machismo que tal vez las desautoriza como seres inferiores- al niño del siglo XXI le parece bien que protesten -aunque sabe que el boicot afecta a los pequeños comercios que nada tienen que ver-. De momento el boicot ha quedado paralizado tras haber calado -con inmensa confusión respecto a sus verdaderos fines- en la opinión pública pero ¿Por qué no se ponen un espejo por frontera y protestan por las injusticias reflejadas? Mujeres, extranjeros, maltrato policial... en el fondo no tendrían que cambiar las palabras clave de su protesta .

lunes, 16 de agosto de 2010

La sed de crecer entre agua no potable


La sed es un rito imparable de la vida. Uno de los mejores recuerdos de la infancia podría ser subir de jugar en la calle y beberse un trago de agua sin respirar y, con la respiración aún entrecortada por el último trago, pedir con un hilo de voz "más" a nuestros mayores -probablemente no llegabamos al grifo-. O llegar de hablar con los amigos con la respiración asincopada aún por el último trago de perspectivas de futuro, cuando nos damos cuenta de que, de mayores, podremos ser casi cualquier cosa y pedir con un gran caudal de voz a los adultos "más", tener sed de vida, sed de participación, sed de sociedad, sed de identidad, sed de nuestro papel en el mundo. Como decía, la sed es un ritual infatigable del ser humano jóven -independientemente de su edad-.

Me pregunto cómo sería vivir tres millones y medio de infancias, como si fuera una especie de rencaarnación sólo de la infancia. Son muchísimas. Mucha sed de todo, mucho empezar desde cero, mucho comprender el mundo poco a poco, deducir y dejarse seducir por el caudal de la vida. Tener tres millones y medio de veces la oportunidad de descubir el mundo. Eso no me cabe en la cabeza, no lo puedo sentir, pero sí puedo hacerme una idea con una población real.

Por ejemplo en Pakistan que, casualmente, tiene a tres millones y medio de niños amenazados de enfermedades en medio de mucha, mucha agua, sin nada más que agua. El agua desbordada por sí misma a causa de las lluvias del Monzón es la causante de ese gran riesgo, de que esos siete millones de ojos infantiles esten vendidos a un futuro incierto.

El agua nociva rodea a tres millones de niños con sed. Esos son muchos niños si los ponemos, por ejemplo, en fila uno detrás de otro. Los perderíamos de vista en el horizonte, pero cada uno lleva una sed, como la que recordamos nosotros cuando subíamos a casa, genuína en sí. Porque es la primera vez que están viviendo, empiezan desde cero, tienen mucho que comprender en el mundo poco a poco, que deducir.

Tienen sed de agua, pero aunque están rodeados de ella ésta les transmite enfermedades como la cólera, o hace que se multipliquen los mosquitos encargados de transmitir, por ejemplo, la malaria con una sola picadura, o les hace tener diarreas que no ayudan nada a su malnutrición, eso sin olvidar que no tienen ni ganado, ni cultivos y sólo dependen de unas ayudas de la Comunidad Internacional que se están considerando calderilla.

Pero hay otra sed, esa que no es urgente pero si emergente, que es la del futuro, la de buscar una identidad, la de sobrevivir, la de elegir. Un crío que no puede soñar, aunque sea entre la miseria, es contranatura. Pero sucede cuando la miseria sobrepasa la supervivencia y raya la muerte. Esta sed de vida también la tienen vetada. Ni siquiera se ha conseguido una cuarta parte de lo que pide la ONU para paliar el caos inicial - en el que 6 de los 20 millones de afectados, aún no han recibido nada de ayuda-, como para hablar de reconstrucción: de las cosechas, de los animales, de las casas, de las infraestructuras, de las escuelas que habría, de los centros de salud y de esas herramientas sociales que necesita un ser humano para llevar una vida ligeramente aceptable.

El niño del siglo XXI que puede saciar su sed se pregunta muchas cosas, como por qué no está llegando la ayuda o por qué los periódicos hablan con tanto desprecio de que las ONG islámicas asociadas a los talibanes están incrementando su ayuda para ganar adeptos. Nos quejamos de que los talibanes -cuyo respeto a los derechos humanos no se puede negar que brille por su ausencia- ayudan ante la catástrofe, cuando nuestra ayuda es indiferentemente insuficiente. Y desde nuestro mundo occidental nos extrañaremos en un futuro, cuando esos niños supervivientes sean adultos, de por qué en los países más pobres están tan enfadados con nosotros, que no hacemos nada. ¿Por qué no hacemos nada?


domingo, 15 de agosto de 2010

La descuriosidad frente a la duda


No entiendo la noticia. La he leído en diferentes medios. He repasado párrafos. Todo son homogéneos y siguen sin encajar. Así da gusto sospechar.


Porque veamos: detienen al cabecilla del secuestro material de los tres cooperantes españoles realizado por la rama magrebí de Al-qaeda en noviembre. Hasta ahí todo va bien, el malo es atrapado y juzgado con pruebas. Todos contentos y el mundo sigue girando.


Pero hay datos que me hacen pensar sobre lo que puede haber detrás de una noticia tan sencilla, aunque hayan salido de la propia defensa del acusado. Supongamos que somos Omar Saharaui, como es llamado el condenado a doce años de trabajos forzados en prisión, y somos capturados en Malí por mercenarios a sueldo maruritanos. Después nos entregan a la policía, que nos tortura, práctica habitual en este país ya denunciada por Amnistía Internacional. Imaginamos la tortura en nuestro cuerpo -violencia, miedo, angustia- que sólo busca una respuesta verdadera: la confesión del secuestro.


Supongamos que probablemente seamos culpables. O tal vez exista una posibilidad, por pequeña que sea de que no lo seamos. Resquicio nada disparatado, porque el problema de los secuestros en el Magreb conlleva la implicación política de los estados afectados, y para ir dando carpetazo a un conflicto embarazoso concreto de difícil solución a veces es necesaria una cabeza de turco, un malo concreto. Tan ciertos son los grupos armados que secuestran a inocentes para conseguir trueque de presos -o financiarse en otros casos-, como lo son los problemas diplomáticos entre países del Magreb ante el dilema de si pagar o no los rescates, si ceder o no -véase la tirantez entre Argelia y Mali al respecto por la liberación del rehen francés en febrero-. Y no sólo en los países del norte de África, sino que incluso en España ha llegado la polémica. Nuestro presidente del Gobierno se mostraba "prudente y discreto" a la hora de hablar sobre pagar los rescates de los cooperantes, ni a favor, ni en contra. Alicia Gámez, una de las tres secuestradas, fue entregada. ¿A cambio de qué por parte de España? Ni rastro de esta información, ni afirmaron ni desmintieron, secreto a voces.


Y hablando de Gámez, prosigamos en la piel de Omar. Tanto si somos culpables como si somos inocentes, supongamos que en nuestra defensa pedimos alto tan sencillo y lógico como que ella, la secuestrada, compadezca en nuestro juicio, en Mauritania. Los abogados que nos defienden alegan que nos podría exculpar, no tendríamos que pasar 12 años en una cárcel -desconozco el estado de las cárceles mauritanas, pero me temo que no son sólo privaciones de libertad-. Sin embargo, los jueces nos desestiman esta idea, alegando que ella vive en otro país y es un jaleo traerla sólo para testificar.


Un hecho resuelto de manera fácil para un conflicto complicado. Intereses, culpables e inocentes. Lo que se sabe y lo que no se sabe ni se sabrá. Dos secuestrados desde noviembre y un hombre doce años en la cárcel. Y cerrar los periódicos y pensar en otras historias.


El niño del siglo XXI no comprende por qué los mayores somos tan poco curiosos y nos cansamos tan rápido de intentar llegar a la raíz de las cosas.

viernes, 13 de agosto de 2010

La maleabilidad de la paz y de la guerra


Parece que a veces la terrible guerra es menos peor que la paz para algunos. Pero otras, nos recordamos como especie cooperativa, que evoluciona gracias a la sociedad. Hoy por hoy hemos cambiado el trueque por el capital, la cooperación por el negocio. El homo sapiens negociante es la especie del último siglo. Es más, esta teoría encaja incluso para la guerra, ya que vista desde el otro lado -ese que no ve víctimas, ni afectados, ni subdesarrollo social- es hasta rentable para las empresas de armamento, hidrocarburos, piedras preciosas, metales -utilizados para nuestros cacharritos tecnológicos- o de reeconstrucción.

Normalmente el cinismo político atiende a unos intereses que tratan de camuflar con argumentos, siguiendo cierta estrategia gradual o lanzando el foco de atención de la opinión publica hacia otro tema estrella para no resultar demasiado estridentes en el cambio de rumbo. Tal vez piensan que así se les nota menos. Por eso, como ciudadana del mundo, agradezco sobre manera la reunión en la que Chavez y Santos descaradamente han hecho patentes la maleabilidad de la paz y de la guerra.

Han pasado de la hostilidad electrizante de fronteras colindantes, al calor de la entrañable hoguera vecinal. Del congelamiento diplomático el pasado mes de julio a la palmadita en la espalda de socio colega. El argumento es claro: el intercambio comercial entre ambos países tras la ruptura comercial en julio de 2009 ha hecho que su volumen de mercado bidireccional caiga de los 7 mil millones de dólares a los mil millones.


El homo sapiens negociante entonces ve la luz. Su inteligencia se acalara y entiende que las fricciones han de ser resueltas, por su bien. Por eso Chavez no se opone a que EE.UU ponga bases en Colombia, jura y perjura no cobijar a las FARC ni al FLN, lejos queda haber mandado batallones a las fronteras. Y Santos a su vez, en un guiño cómplice de amor y armonía, soslaya de puntillas la denuncia que el anterior presidente colombiano acaba de llevar a la Haya. Todo un detalle. Vamos, que aquí no ha pasado nada y todos los nudos, por muy profundos e ideológicos que fueran, quedan deshechos. Atrás queda ver a estos dos países como posible adelanto de una "guerra fría" -o tropical, en su doble sentido térmico- en América Latina donde dos modelos de desarrollo bien distintos quieren su parte del pastel.

Eso le hace pensar al niño del siglo XXI si la paz y la guerra son tan auténticas como se venden o si son sólo juegos de mayores, conceptos tan maleables como su plastelina. Entonces, de ser así, tan fácil, pasar de una postura a otra ¿Por qué siguen jugando a que el mundo vaya tan mal?

jueves, 12 de agosto de 2010

Cuando los mayores argumentan con determinados edificios


En mayo, al sur de Manhattan, una asociación de vecinos sacaba adelante una intensa reunión. No se trataba de discutur sobre presupuestos, ni de lanzarse acusaciones. En aquella reunión se acabaría involucrando el debate público de medio mundo. Finalmente, la asociación de vecinos dio su aprobación al proyecto de construir un centro islámico a dos manzanas de la Zona Cero. 29 votos a favor, uno en contra y diez abstenciones. En el debate previo participaron cien personas.

El planeta Tierra tiene una virtud de doble filo y es que en él pasan todas las cosas al mismo tiempo.

El niño del siglo XXI es echado al mundo en este punto y tiene que posicionarse. Ha de elegir de parte de quién está. Si esa mezquita significa un puente de unión del Islam pacífico con la sociedad americana para evitar los odios o si, por el contrario, es toda una provocación por su parte la zona concreta elegida para levantar la Córdoba House.

Probablemente ni el niño del siglo XXI, ni sus padres, tengan la suficiente experiencia humana como para dar una solución a la polémica, pero aún así son incitados a definirse. La experiencia humana es opinar por todos desde una misma boca, es tener un conocido afectado por los atentados del 11S y a su vez otro deboto del Islam. La experiencia humana, bien ejecutada, sería la solución en sí misma. Comprender, integrar, mediar. El debate está ya lejos de ser la herramienta necesaria para exponer sobre la mesa puntos de vista con un fin integrador. El debate se ha cambiado por la polémica, por opinar desde nuestros sillones y que gane el mejor. Desde sus sillones, un 70% de los americanos rechaza el proyecto islámico.


Los problemas que no tienen fin son así porque necesitan de un principio. Ni construir un centro islámico en una zona aún muy vulnerable es el primer paso para extender puentes, ni el Islam es sinónimo de 11-S y terrorismo. Sin embargo, crece la islamofobia. También lo hace la indignación de los más "tolerantes" ante las reacciones contrarias al proyecto supuestamente integrador y pacífico. Aquí se mezclan por un lado los racionales intereses políticos, sociales, religiosos y por otro las sensaciones todopoderosas por parte de los ciudadanos. Incluso parte de la comunidad árabe - aquella que no está ocupada intentando sobrevivir como el mayor porcentaje de personas en nuestro planeta- está dividida.


Y el niño del siglo XXI se pregunta que cómo no van a estar divididos todos los bandos de esta madeja, si meses después aún no se han sentado unos junto a otros para explicarse sus respectivas maneras de estar en el mundo.

viernes, 6 de agosto de 2010

Las asombrosas dicotomías de la jardinería mundial

En algunas partes del mundo, las mañanas son utilizadas para mimar y acicalar las plantas que rodean la perspectiva de nuestras pestañas. En otras zonas del planeta, una mañana jardinera puede ser utilizada para talar los árboles que rodean las perspectivas de nuestras posibles metrallas. Es decir, que mientras que yo frenaba las aspiraciones expansionistas de mi sándalo por tocar el cielo con la punta de su tallo y regaba los geranios pensando que llevan mucho tiempo sin echar flores, unos kilómetros más allá, en concreto entre Líbano e Israel, una poda estratégica llevada a cabo por militares se convirtió en un jaleo más del conflicto, con sus ya "lógicas" muertes, mientras analíticos y expertos comentaban la poca fertilidad de la paz en la zona.

Las gentes que regamos las plantas como rito de la tranquilidad, como resquicio útil entre la futilidad del día por culpa de la prisa y el "ya", no podemos comprender estas prácticas de jardinería por mucho que los periódicos traten de explicarnos lo sucedido con datos objetivos -como horas y misiones concretas- y las fuerzas especiales de Naciones Unidas desplegadas en la frontera del Líbano con Israel hagan informes a favor del país hebreo.

Ayer leí la noticia en diferentes periódicos, pongamos que La Razón con su "Emboscada mortal contra Israel" y Público o "Israel vuelve a talar árboles en la frontera del Líbano". La Razón se centra en la "legalidad", en que FINUL confirma que los hebreos estaban en su territorio y se refiere al israelí que perdió la vida como "militar asesinado" mientras que cuando se refiere a uno de los tres libaneses que también perideron la vida, en concreto al periodista, utiliza el término "falleció". Público, que se hizo eco de la notica un día antes de este juicio emitido por Naciones Unidas, parte de la base contraria, de que los israelíes fueron atacados por estar al otro lado de la vaya y se hace eco de la opinión libanesa de que los soldados dispararon al aire provocando el tiroteo israelí.
Esta mañana viendo la velocidad que llevan los nuevos tallos de los crisantemos recién plantados, estaba pensando en lo que pudo suceder en realidad el otro día en aquella frontera. Debe ser una mezcla entre lo que cuentan los dos extremos. Pero esa mezcla se me queda escasa sin su contexto. Así que, como aún no he viajado al conflicto para ver con mis propios ojos, me viene a la cabeza una película basada en hechos reales.





Los limoneros no habla de la frontera de Israel con Líbano pero sí su frontera con [lo que queda de] Palestina. Sin embargo, me hace comprender mejor qué puede pasar en un ambiente de hostilidad y paranoia, donde el miedo se mezcla con la gallardía y el complejo de superioridad con la sensación de ser tan pequeños si nos atraviesa una bala. Todo ello a la vez dentro de un mismo hombre independientemente del bando. En este caso concreto, en décimas de segundo, en los límites de un terreno, me meto en sus zapatos y es difícil racionalizar quién disparó primero. Llevan años con eso, obcecados con el quién disparó primero mientras todos siguen disparando.


La pregunta del niño del siglo XXI es: ¿A nadie se le ha ocurrido tomarse igual de en serio ser el último que dispare?

sábado, 3 de julio de 2010

La pregunta del niño del siglo XXI

La madre cerró el periódico tras leer en voz alta el último artículo interesante y dijo:


- Así que esto es el mundo hoy por hoy.


Entonces el niño del siglo XXI tuvo claro su rol en aquel instante:


- ¿Pero y por qué?


Después salío corriendo a la calle, a empezar a construir el mundo, como antes hicieron los demás.


- Helen Levitt -