jueves, 12 de agosto de 2010

Cuando los mayores argumentan con determinados edificios


En mayo, al sur de Manhattan, una asociación de vecinos sacaba adelante una intensa reunión. No se trataba de discutur sobre presupuestos, ni de lanzarse acusaciones. En aquella reunión se acabaría involucrando el debate público de medio mundo. Finalmente, la asociación de vecinos dio su aprobación al proyecto de construir un centro islámico a dos manzanas de la Zona Cero. 29 votos a favor, uno en contra y diez abstenciones. En el debate previo participaron cien personas.

El planeta Tierra tiene una virtud de doble filo y es que en él pasan todas las cosas al mismo tiempo.

El niño del siglo XXI es echado al mundo en este punto y tiene que posicionarse. Ha de elegir de parte de quién está. Si esa mezquita significa un puente de unión del Islam pacífico con la sociedad americana para evitar los odios o si, por el contrario, es toda una provocación por su parte la zona concreta elegida para levantar la Córdoba House.

Probablemente ni el niño del siglo XXI, ni sus padres, tengan la suficiente experiencia humana como para dar una solución a la polémica, pero aún así son incitados a definirse. La experiencia humana es opinar por todos desde una misma boca, es tener un conocido afectado por los atentados del 11S y a su vez otro deboto del Islam. La experiencia humana, bien ejecutada, sería la solución en sí misma. Comprender, integrar, mediar. El debate está ya lejos de ser la herramienta necesaria para exponer sobre la mesa puntos de vista con un fin integrador. El debate se ha cambiado por la polémica, por opinar desde nuestros sillones y que gane el mejor. Desde sus sillones, un 70% de los americanos rechaza el proyecto islámico.


Los problemas que no tienen fin son así porque necesitan de un principio. Ni construir un centro islámico en una zona aún muy vulnerable es el primer paso para extender puentes, ni el Islam es sinónimo de 11-S y terrorismo. Sin embargo, crece la islamofobia. También lo hace la indignación de los más "tolerantes" ante las reacciones contrarias al proyecto supuestamente integrador y pacífico. Aquí se mezclan por un lado los racionales intereses políticos, sociales, religiosos y por otro las sensaciones todopoderosas por parte de los ciudadanos. Incluso parte de la comunidad árabe - aquella que no está ocupada intentando sobrevivir como el mayor porcentaje de personas en nuestro planeta- está dividida.


Y el niño del siglo XXI se pregunta que cómo no van a estar divididos todos los bandos de esta madeja, si meses después aún no se han sentado unos junto a otros para explicarse sus respectivas maneras de estar en el mundo.

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