martes, 24 de agosto de 2010

La memoria sólo está latente cuando tiene corazón


El niño del siglo XXI probablemente no había nacido cuando en noviembre del 2002 un barco petrolero empantanaba de toxicidad negra la costa gallega, pero algo ha escuchado y pregunta.

Por aquello de darle al niño una información bien fundamentada, porque de eso hace ya muchos años, el mayor que va a explicárselo acude a internet con un poco más de perspectiva que la que se tiene cuando el suceso es cabecera de todos los telediarios. Recuerda que un barco más largo que dos campos de fútbol tuvo problemas debido a una tormenta y en lugar de acercarle al puerto de a Coruña para "descargar" su peligroso contenido, los responsables -que andaban de cacería- decidieron, con poca fortuna, alejarlo. El barco, a 250 kms de Finisterra, se partió en dos transformado el agua en una gran mancha de crudo.

El petróleo llevó la toxicidad a los ecosistemas marinos (eso implica fauna y flora por tierra, mar y aire) y a las personas. Más de 300 mil ciudadanos, conmovidos por el mayor desastre natural sucedido en nuestro país, se movilizaron hacia las costas gallegas para apartar, en muchos caso con sus propias manos infatigables, metro a metro el manto negro que asfixiaba las costas y que no cesaba de llegar. El mar estaba de luto. Según un estudio, a día de hoy aproximadamente el 10% de los voluntarios que ayudaron padecen bronquitis crónica o alteraciones cromosómicas.

El niño se imagina todo esto con uno de los barcos que tiene en su bañera y le pregunta al padre que dónde ha quedado el barco roto. El adulto responde que sigue ahí, donde se hundió, que el oro negro fué rescatado por una empresa grande que se llama Repsol para poder venderlo y que lo que queda se biodegradará en 2020. El niño pregunta que si eran voluntarios también los que sacaron el petróleo del fondo del mar. El adulto responde que no. El niño no entiende la diferencia entre xapapote contaminante y el negocio del crudo.

Cuando el adulto pensaba que las preguntas habían cesado, se equivocó: ¿Pero por qué has tenido que refrescar la memoria con internet si tú lo viviste y el problema aún no está terminado? Preguntó el loco bajito ante la mirada un poco avergonzada del mayor.

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