martes, 31 de agosto de 2010

Criticar el fin de las guerras o la corriente del perro del hortelano

Ni quieren que siga, ni la dejan terminar es la conclusión a la que podemos llegar en el mandato Obama. Probablemente sean sectores diferentes de la opinión pública -con sus razones bien argumentadas- pero queda patente el hecho de que una vez enturbiada la vida con la violencia, la única y verdadera solución es no haberla comenzado jamás.

Ya el año pasado Barak anunció la retirada de farragoso conflicto talibán en Afganistán. Esta mañana, el comandante de las tropas estadounidenses y de la OTAN desplegadas en allí, ha afirmado que la salida de los soldados estadounidenses, a partir de julio de 2011, comenzará de forma paulatina y no será una retirada a gran escala. Se cumplen así las expectativas de muchos ciudadanos que no ven en Afganistan más que un país geoestratégico clave para los estadounidenses, en el que la defensa de sus habitantes frente a los talibanes no era tan sólo una excusa, sino también una maniobra ejecutada de mala manera.

Para entender mejor algunas de las razones que explican por qué no es fácil "vencer a los malos en la zona", me viene a la cabeza la entrevista que la enviada especial Ángeles Espinosa hizo a la población Pakistaní del norte, donde los talibanes instauraron sus reglas hace unos años. Los pakistaníes afectados ahora por las inundaciones, explicaban que no sentían simpatía por el régimen talibán, pero que cuando la alternativa es la miseria y sobre todo desorden, se acepta cualquier cosa para sobrevivir.

Un ejemplo de las malas prácticas del ejército estadounidense -0bviando la guerra en sí, iniciada por unas armas de destrucción masiva que jamás aparecieron- pudo recapitularse al terminar el conflicto iraquí. Plantar a la estatua de Sadam una bandera norteamericana en la cabeza, permitir impasibles que el caos se apoderase de Bagdag los primeros días -eso sí, las reservas petrolíferas estaban protegidas- o retransmitir la detención de Sadam y ahorcarlo a modo de espectáculo mediático, son algunos de esos comportamientos que convierten claramente a EE.UU. como enemigo conquistador de la población.

Las críticas de las retiradas de Afganistán y la reciente marcha de los estadounidenses de Irak que puso fin a la Tercera Guerra del Golfo -fin teórico, como le gusta al ser humano ordenar la historia, con un principio y un fin definido más allá de la realidad latente- apuntan a que es un claro mensaje de "sirvanse lo que quieran" lanzado a los insurgentes. Parece que creen que una guerra antipática se puede ganar con el tiempo y no se dan cuenta de que un cambio de estrategia que pase de la intrusión militar a la cooperación civil sería mucho más productiva para todos.

El niño del siglo XXI se pregunta por qué los agentes activos de las guerras, los que pinchan y cortan, son los ejércitos, cuando realmente son los pueblos la mayoría numérica de los conflictos, los que tienen más motivos para decidir sobre su vida que, a su vez, es la más afectada. ¿Por qué no tienen voz si todos juntos podrían ser los que más gritan? ¿Y por qué la opinión pública sigue la doctrina del perro hortelano desde la cómoda lejanía un conflicto que no le afecta directamente?

No hay comentarios:

Publicar un comentario