viernes, 6 de agosto de 2010

Las asombrosas dicotomías de la jardinería mundial

En algunas partes del mundo, las mañanas son utilizadas para mimar y acicalar las plantas que rodean la perspectiva de nuestras pestañas. En otras zonas del planeta, una mañana jardinera puede ser utilizada para talar los árboles que rodean las perspectivas de nuestras posibles metrallas. Es decir, que mientras que yo frenaba las aspiraciones expansionistas de mi sándalo por tocar el cielo con la punta de su tallo y regaba los geranios pensando que llevan mucho tiempo sin echar flores, unos kilómetros más allá, en concreto entre Líbano e Israel, una poda estratégica llevada a cabo por militares se convirtió en un jaleo más del conflicto, con sus ya "lógicas" muertes, mientras analíticos y expertos comentaban la poca fertilidad de la paz en la zona.

Las gentes que regamos las plantas como rito de la tranquilidad, como resquicio útil entre la futilidad del día por culpa de la prisa y el "ya", no podemos comprender estas prácticas de jardinería por mucho que los periódicos traten de explicarnos lo sucedido con datos objetivos -como horas y misiones concretas- y las fuerzas especiales de Naciones Unidas desplegadas en la frontera del Líbano con Israel hagan informes a favor del país hebreo.

Ayer leí la noticia en diferentes periódicos, pongamos que La Razón con su "Emboscada mortal contra Israel" y Público o "Israel vuelve a talar árboles en la frontera del Líbano". La Razón se centra en la "legalidad", en que FINUL confirma que los hebreos estaban en su territorio y se refiere al israelí que perdió la vida como "militar asesinado" mientras que cuando se refiere a uno de los tres libaneses que también perideron la vida, en concreto al periodista, utiliza el término "falleció". Público, que se hizo eco de la notica un día antes de este juicio emitido por Naciones Unidas, parte de la base contraria, de que los israelíes fueron atacados por estar al otro lado de la vaya y se hace eco de la opinión libanesa de que los soldados dispararon al aire provocando el tiroteo israelí.
Esta mañana viendo la velocidad que llevan los nuevos tallos de los crisantemos recién plantados, estaba pensando en lo que pudo suceder en realidad el otro día en aquella frontera. Debe ser una mezcla entre lo que cuentan los dos extremos. Pero esa mezcla se me queda escasa sin su contexto. Así que, como aún no he viajado al conflicto para ver con mis propios ojos, me viene a la cabeza una película basada en hechos reales.





Los limoneros no habla de la frontera de Israel con Líbano pero sí su frontera con [lo que queda de] Palestina. Sin embargo, me hace comprender mejor qué puede pasar en un ambiente de hostilidad y paranoia, donde el miedo se mezcla con la gallardía y el complejo de superioridad con la sensación de ser tan pequeños si nos atraviesa una bala. Todo ello a la vez dentro de un mismo hombre independientemente del bando. En este caso concreto, en décimas de segundo, en los límites de un terreno, me meto en sus zapatos y es difícil racionalizar quién disparó primero. Llevan años con eso, obcecados con el quién disparó primero mientras todos siguen disparando.


La pregunta del niño del siglo XXI es: ¿A nadie se le ha ocurrido tomarse igual de en serio ser el último que dispare?

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