domingo, 15 de agosto de 2010

La descuriosidad frente a la duda


No entiendo la noticia. La he leído en diferentes medios. He repasado párrafos. Todo son homogéneos y siguen sin encajar. Así da gusto sospechar.


Porque veamos: detienen al cabecilla del secuestro material de los tres cooperantes españoles realizado por la rama magrebí de Al-qaeda en noviembre. Hasta ahí todo va bien, el malo es atrapado y juzgado con pruebas. Todos contentos y el mundo sigue girando.


Pero hay datos que me hacen pensar sobre lo que puede haber detrás de una noticia tan sencilla, aunque hayan salido de la propia defensa del acusado. Supongamos que somos Omar Saharaui, como es llamado el condenado a doce años de trabajos forzados en prisión, y somos capturados en Malí por mercenarios a sueldo maruritanos. Después nos entregan a la policía, que nos tortura, práctica habitual en este país ya denunciada por Amnistía Internacional. Imaginamos la tortura en nuestro cuerpo -violencia, miedo, angustia- que sólo busca una respuesta verdadera: la confesión del secuestro.


Supongamos que probablemente seamos culpables. O tal vez exista una posibilidad, por pequeña que sea de que no lo seamos. Resquicio nada disparatado, porque el problema de los secuestros en el Magreb conlleva la implicación política de los estados afectados, y para ir dando carpetazo a un conflicto embarazoso concreto de difícil solución a veces es necesaria una cabeza de turco, un malo concreto. Tan ciertos son los grupos armados que secuestran a inocentes para conseguir trueque de presos -o financiarse en otros casos-, como lo son los problemas diplomáticos entre países del Magreb ante el dilema de si pagar o no los rescates, si ceder o no -véase la tirantez entre Argelia y Mali al respecto por la liberación del rehen francés en febrero-. Y no sólo en los países del norte de África, sino que incluso en España ha llegado la polémica. Nuestro presidente del Gobierno se mostraba "prudente y discreto" a la hora de hablar sobre pagar los rescates de los cooperantes, ni a favor, ni en contra. Alicia Gámez, una de las tres secuestradas, fue entregada. ¿A cambio de qué por parte de España? Ni rastro de esta información, ni afirmaron ni desmintieron, secreto a voces.


Y hablando de Gámez, prosigamos en la piel de Omar. Tanto si somos culpables como si somos inocentes, supongamos que en nuestra defensa pedimos alto tan sencillo y lógico como que ella, la secuestrada, compadezca en nuestro juicio, en Mauritania. Los abogados que nos defienden alegan que nos podría exculpar, no tendríamos que pasar 12 años en una cárcel -desconozco el estado de las cárceles mauritanas, pero me temo que no son sólo privaciones de libertad-. Sin embargo, los jueces nos desestiman esta idea, alegando que ella vive en otro país y es un jaleo traerla sólo para testificar.


Un hecho resuelto de manera fácil para un conflicto complicado. Intereses, culpables e inocentes. Lo que se sabe y lo que no se sabe ni se sabrá. Dos secuestrados desde noviembre y un hombre doce años en la cárcel. Y cerrar los periódicos y pensar en otras historias.


El niño del siglo XXI no comprende por qué los mayores somos tan poco curiosos y nos cansamos tan rápido de intentar llegar a la raíz de las cosas.

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