viernes, 13 de agosto de 2010

La maleabilidad de la paz y de la guerra


Parece que a veces la terrible guerra es menos peor que la paz para algunos. Pero otras, nos recordamos como especie cooperativa, que evoluciona gracias a la sociedad. Hoy por hoy hemos cambiado el trueque por el capital, la cooperación por el negocio. El homo sapiens negociante es la especie del último siglo. Es más, esta teoría encaja incluso para la guerra, ya que vista desde el otro lado -ese que no ve víctimas, ni afectados, ni subdesarrollo social- es hasta rentable para las empresas de armamento, hidrocarburos, piedras preciosas, metales -utilizados para nuestros cacharritos tecnológicos- o de reeconstrucción.

Normalmente el cinismo político atiende a unos intereses que tratan de camuflar con argumentos, siguiendo cierta estrategia gradual o lanzando el foco de atención de la opinión publica hacia otro tema estrella para no resultar demasiado estridentes en el cambio de rumbo. Tal vez piensan que así se les nota menos. Por eso, como ciudadana del mundo, agradezco sobre manera la reunión en la que Chavez y Santos descaradamente han hecho patentes la maleabilidad de la paz y de la guerra.

Han pasado de la hostilidad electrizante de fronteras colindantes, al calor de la entrañable hoguera vecinal. Del congelamiento diplomático el pasado mes de julio a la palmadita en la espalda de socio colega. El argumento es claro: el intercambio comercial entre ambos países tras la ruptura comercial en julio de 2009 ha hecho que su volumen de mercado bidireccional caiga de los 7 mil millones de dólares a los mil millones.


El homo sapiens negociante entonces ve la luz. Su inteligencia se acalara y entiende que las fricciones han de ser resueltas, por su bien. Por eso Chavez no se opone a que EE.UU ponga bases en Colombia, jura y perjura no cobijar a las FARC ni al FLN, lejos queda haber mandado batallones a las fronteras. Y Santos a su vez, en un guiño cómplice de amor y armonía, soslaya de puntillas la denuncia que el anterior presidente colombiano acaba de llevar a la Haya. Todo un detalle. Vamos, que aquí no ha pasado nada y todos los nudos, por muy profundos e ideológicos que fueran, quedan deshechos. Atrás queda ver a estos dos países como posible adelanto de una "guerra fría" -o tropical, en su doble sentido térmico- en América Latina donde dos modelos de desarrollo bien distintos quieren su parte del pastel.

Eso le hace pensar al niño del siglo XXI si la paz y la guerra son tan auténticas como se venden o si son sólo juegos de mayores, conceptos tan maleables como su plastelina. Entonces, de ser así, tan fácil, pasar de una postura a otra ¿Por qué siguen jugando a que el mundo vaya tan mal?

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