domingo, 29 de agosto de 2010

Héroes como Harvey Milk o el Power Ranger azul


Era un ritual para muchos niños españoles de principios de los noventa: salir de colegio por la tarde, poner Telecinco y ver los Power Rangers con el bocata de nocilla o mortadela en una mano mientras con la otra se nos iba el puño por los aires de la emoción. Luego vino todo lo demás: chupachups con sus caras, peluches de los masillas, el megazor a tamaño casi natural, disfrazes, representaciones en el recreo en las cuales cada uno encarnaba a su favorito y todas esas peripecias que tanto encandilan a los locos bajitos. Los Power Rangers existían de verdad, eso era indiscutible.

Cada uno elegía su preferido en función del color: la de rosa era la más repipi, la de amarillo era asiática con una feminidad menos acusada, el de negro era el negrito cachas, el rojo era el líder -hasta que llegó el verde guaperillas, que luego se convertiría en el blanco- y el azul era un chico apocado pero intelectual con gafas redondas -siempre me pregunté si tambien las llevaría debajo del casco de superhéroe-. Con esta retaila de roles definidos, simplistas, y conociendo la noticia publicada en la que el azul, David Yost, ha reconocido su homosexualidad y el tormento que sufrió por ella dentro de la serie, cuesta creer que le enfundaran el típico color de los chicos.

Como adulta que fue niña en aquella época, me cuesta creer que detrás de los Power Rangers existiera un mundo en el que la homofobia mas recalcitrante convertía al héroe celeste de la ficción en un héroe de la realidad por aguantar estoicamente la humillación de los "empáticos blindados". Un Harvey Milk a la sombra -aunque precisamente lo que definió a este primer político gay reconocido fue la luz-.

Ha llovido mucho desde entonces y al niño español de la centuria 21 la televisión le ha integrado el concepto de homosexualidad como uno más. Pero ¿qué imagen le llega a través de la programación? Una de cal y una de arena. Se dice que hay un Teletubbie gay, porque es un chico que lleva bolso. En Siete Vidas, Anabel Alonso interpretaba a una lesbiana salida. Los años iban pasando y en Aquí no hay quien viva, tuvieron el detalle de que uno de los dos vecinos pareja gay no tuviera la pluma desorbitada que tiene, por ejemplo, Fidel en Aída. Y también llevan años oyendo con toda la naturalidad del mundo a Jesús Vázquez hablando de su novio y ahora marido.

Si miramos hacia EE.UU., cuna del movimiento GLBT -aunque un poco más atrasados en derechos reales, algo que van paliando estado por estado- la televisión también trata de integrar la normalidad de la homosexualidad -series como The L World o Queer as folk han arrasado en descargas por internet-. La úlitma apuesta llega desde la ABC, la televisión pública americana, con Modern familly, donde se cuenta la vida de tres parejas que representan la diversidad: una de ellas es un matrimonio de hombres que acaban de adoptar un bebé.

Sin embargo la realidad es bien distinta - vídeos y comentarios en Youtube tildan de propaganda gay descabellada a Modern Familly- y es que, al igual que le sucedía al Power Ranger azul, una cosa es la televisión y otra muy diferente el día a día junto a los blindados de empatía que hacen de la homosexualidad una mofa cuando no un pecado o una asquerosidad antinatural. Reaccionan exactamente igual que los críos, cuando descubren -unos con risas, otros con asco y otros con incomprensión imaginativa- de dónde vienen los niños, con la diferencia de que estos adultos convierten la primera toma de contacto -impacto circunstancial con las reacciones lógicas de sorpresa atrás mencionadas- en una bandera ideológica eterna que azuzar por el mundo contra quien se les ponga delante. ¿Por qué no avanzan de ahí? Pregunta el niño del siglo XXI que a sus 10 años ya tiene esa primera etapa superada.

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