domingo, 22 de agosto de 2010

Un secreto de personas, sociedades y masas.


Serrat cantaba que "la gente va muy bien para construir pirámides, para tirar del carro y hacer el amor". En esa frase se diferencian las acciones de la masa, la sociedad y las personas respectivamente. El caso es que, aunque sean tres conceptos a veces hasta antagónicos, difícil es librarse de ser nombrado en alguno de ellos. Por muy crítico o ermitaño que se sea, en el siglo XXI somos demasiados y estamos integrados en la demasía, es más, para apoyar mi argumento sigue sonando el reproductor como si fuera un guiño y deja caer que "la gente va muy bien como dato estadístico" para decir después "lo sé muy bien porque soy uno de ellos".

A veces me pregutno sobre el doble filo de la masa: el "para todos igual" versus el "caótico descontrol" o el rechazo a las minorías. En la película de María de Medeiros "Capitanes de abril" nos podemos colar en la revolución portuguesa de los claveles que derrocó pacíficamente la dictadura. El pueblo sale a la calle, grita justicia y libertad, apoya a los militares pacíficos que dan el golpe de Estado. Pero una escena, que puede pasar desapercibida, me hizo pensar. El cabecilla de la victoria, una vez terminada la insurreción, es agredido dentro de un coche por centenares de personas que aporretean los cristales llamándole asesino. La masa que defiende la utopía, al verle con uniforme, piensa -por desconocimiento- que es "de los malos", de los que apoyaban la dictadura. Y no es hasta que uno de ellos grita que "son de los buenos" junto a un eslogan de libertad que todos corean cuando el coche es liberado de la furia -injusta pero ejecutada- de la masa. La efuoria colectiva es fácil e incontrolable, impredecible.

Hace unos días se abría la polémica cuando la web Wikileaks publicaba en internet informes secretos del Pentágono sobre la guerra de Afganistán. Entre otros datos, aparecían las muertes de civiles. Esos "daños colaterales" de los que no se hablan, que son secretos. Bien porque dejen de ser invisibles. Pero también dejaban a las masas otros secretos que ponían en peligro la vida de militares o de vaya usted a saber qué. No es por excederme con la ingenuidad, pero lo mismo vale la vida de un afgano que la de un militar -independientemente de que uno vive allí y otro ha ido a combatir sin ser invitado-. Los secretos de masas son peligrosos. Y contagiosos. Casualmente el fundador de Wikileaks ha sido denunciado por violación -justo ahora- en secreto a voces. Al dia siguiente otro secreto masivo desestimaba la detención. Eso llevó al secreto de masas de que tal vez el pentágono estuviera detrás. Estos tres últimos no son secretos, sino hechos, pero con cierto matiz de cuchicheo a raíz de la actualidad -las noticias de peso no deberían de contradecirse con tanta rapidez-. La publicidad -en el sentido de hacer algo público-, junto con la prisa de la sociedad de la información -que con internet hace que incluso la actualización cada 24 horas de los diarios quede obsoleta- y las masas son una nomenclatura incendiaria de oscuras perspectivas.

Al ser humano nacido en este siglo XXI se le escapa de las manos esta realidad y se pregunta qué sentido tendrán los secretos de masas para él como adulto si se siente individuo. ¿Si va a ser su mundo, por qué no le encaja su propia identidad? Qué sale primero ¿La masa o el individuo?.

"La gente va muy bien para vencer obstáculos, para darnos sorpresas, recobrar la memoria y emplear la cabeza para cambiar la historia y unidos buscar el camino que lleva al Edén." Termina la canción.

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